Si regulas bien tu reloj biológico, serás capaz de sentir la llamada de la naturaleza a primera hora de la mañana,
y el día te irá sobre
ruedas porque no sentirás esas molestias estomacales que a muchos jefes les impiden ser agradables con los trabajadores. Bueno, a
muchos jefes y a muchísimos compañeros.
Ahora bien, no hay que obsesionarse con esto. Si se puede, bien; si
no, no fuerces. Porque puede que, por obcecarte con el asunto, en lugar
de que suceda de forma natural, te obligas a forzar y al sentarte en el
inodoro la llamada a la naturaleza la termines haciendo tú, como le paso a un tipo de Canadá, cuyos alaridos en el cuarto de baño
asustaron a un vecino que llamó a la Policía porque creyó que sus gritos
eran porque pasaba algo grave y no solo porque estaba en pleno proceso
de evacuación.
Lo contó la Policía de Victoria (Canadá) en su blog oficial, llamado Stories Beyond The Beat: un hombre los había llamado porque su vecino, a las 5 de la mañana, llevaba un rato gritando en su cuarto de baño.
Las autoridades se trasladaron hasta el domicilio del señor,
escucharon unos gemidos, tocaron insistentemente a la puerta y al final
el hombre esfínter abrió desconcertado, sin saber qué estaba ocurriendo.
Los agentes le explicaron que un vecino había llamado alertado por
sus gritos y le preguntaron que a qué obedecían esos sonidos. El hombre,
ni corto ni perezoso les dijo que había sentido la llamada de la naturaleza y había ido al baño a reencontrarse consigo mismo. Vamos, que estaba cagando.
Supongo que ahí la situación se volvió incómoda y los pobres agentes
le pidieron que de ahí en adelante sus encuentros con su flora
intestinal fueran algo más silenciosos, en la medida de lo posible.
Después se fueron y no sabemos si el pobre hombre terminó lo que estaba
haciendo o no.
PD: Si alguna vez querés dar gritos mientras haces este tipo de esfuerzos, siempre podras ir a un baño de 60.000 euros ubicado en una isla deshabitada…
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